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Corredores biológicos: Una alternativa que disminuye costos.

Si bien la implementación de estas herramientas no implica una alta inversión económica, sí requiere de un avanzado nivel de conocimiento y análisis. La creciente demanda por disminuir el impacto en el medioambiente y mejorar los estándares de inocuidad, empuja de manera creciente la incorporación de nuevas técnicas que permitan disminuir el impacto en el entorno. Una de las fórmulas que crece en los huertos frutales son los llamados corredores biológicos o espacios vegetales, los cuales, además de propiciar la presencia de fauna benéfica-insectos y hasta aves que apoyan el combate a reducir la erosión y a aumentar la fijación del nitrógeno atmosférico en el suelo. El problema, dicen los expertos, es que pese a que estas herramientas se han estudiado desde la década del 40 en todo el mundo- en Chile los primeros ensayos se empezaron a realizar en los años 80-, aún existen muchos productores que no les sacan el máximo provecho. “Lo que hay que entender, es que el establecimiento de estos sistemas no tiene nada que ver con llegar y poner pantas. Si así se hace, lo más probable es que estas, al poco tiempo, mueran”, afirma Carlos Pino, director del Centro I+D en Agroecología, quien lleva más de 20 años en el establecimiento de cultivos de cobertura y corredores biológicos en frutales. Si bien la implementación de los corredores biológicos no implica una alta inversión económica, sí requiere de una avanzando nivel de conocimiento. De hecho, su adecuada instalación será fruto de un complejo trabajo, donde el análisis profundo, que va más allá de las ganancias económicas de corto plazo, será protagonista. La primera decisión es tener claro con qué objetivo se utilizará el corredor biológico ya que ello determinará si es necesario en el campo. Para ello, dicen los expertos, es esencial detectar cómo funciona y cuáles son las debilidades del huerto. “Este tipo de herramientas puede tener un objetivo estético; de sanidad, al darle una regulación biótica a una plaga; de regulación hídrica, es decir, de reducción de la corriente superficial en zonas de mayor pendiente; o de fertilidad del sueño, en el caso de que se siembren leguminosas”, indica Carlos Pino. La elección adecuada Lo anterior será determinante para elegir qué especie se utilizará en el corredor ya que cada una tiene distintas características que influirán de forma diferente en le consecución de los objetivos planteados por el productor. “Por ejemplo, si en algún lugar tenemos problemas de polinización, hay que poner especies que puedan ser fuente de resguardo y mantención de polinizadores. Si en otra parte, tenemos problemas de larvas de suelo, lo mejor será poner especies más rastreras que formen una especie de colchón y flora, con el fin de que aparezcan insectos en el sueño y aéreos. De la misma forma, es importante tener en cuenta que si se pone una especie como la frambuesa, que tiene flores con mucho polen, existe el riesgo de que se puedan atraer especies problemáticas y cuarentenarias como el trips”, explica René Montalba, director en agroecología y académico de la Universidad de La Frontera. Fuente: El mercurio, Revista del Campo, Ed. 2.202, Pág. 12 | http://impresa.elmercurio.com/Pages/NewsDetail.aspx?dt=2018-09-24&dtB=28-09-2018%200:00:00&PaginaId=12&SupplementId=6&bodyid=0